Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1599

Antecedente:
El clasicismo andaluz
Siguientes:
Las importaciones italianas y las primeras obras renacentistas
La implantación del nuevo estilo
El experimentalismo manierista
La huella cortesana

(C) José C. Agüera Ros



Comentario

Tratar de la arquitectura del siglo XVI en Sevilla obliga a efectuar algunas consideraciones previas. Estas vienen determinadas por el propio título del estudio y se refieren a su contenido y límites. La primera incide en el marco geográfico. De hecho, analizar la arquitectura sevillana de cualquier período supone estudiar la construida no sólo en la propia ciudad, sino también la edificada en todo el territorio que de ella dependía administrativamente. Se trata de superar las artificiales barreras de la actual división en provincias, buscando la adecuación entre las obras artísticas y el marco geográfico-administrativo en el que surgieron. De este modo, al hablar de arquitectura sevillana surgirán nombres de localidades hoy integradas en otras provincias, pero que antaño pertenecieron al reino y arzobispado de Sevilla.
La segunda contempla los límites cronológicos, siendo obvio que éstos no coinciden con el fenómeno artístico a considerar. De hecho, al estudiar la arquitectura sevillana del siglo XVI será preciso adentrarse en la segunda mitad del cuatrocientos y avanzar hasta el primer cuarto del seiscientos. Sólo considerando este amplio arco temporal se podrá tener una visión más ajustada del fenómeno arquitectónico a estudiar.

En tercer lugar, es necesario advertir que aquí se tratará de la arquitectura que pretendía recuperar los modelos de la antigüedad, es decir, de la renacentista. Pero debe quedar claro que la opción clásica es una de las que se dieron a lo largo del siglo XVI. Junto a ella subsistieron fórmulas derivadas del gótico y, sobre todo, las de tradición mudéjar. A veces, las tres aparecerán en un peculiar y sugestivo maridaje, mientras en otras ocasiones coexistirán sin contaminarse entre sí. Respecto a la opción clásica, debe indicarse que ésta no se hizo tomando como base los vestigios de la, antigüedad que existían en el territorio sevillano -sólo fueron valorados tardía y ocasionalmente-, sino a partir de los modelos italianos. Y entre éstos, no fue el florentino, considerado como paradigmático, el que sirvió de referencia, sino el surgido en los territorios septentrionales de la península, de manera especial, el lombardo. Razones no sólo de índole política o económica, sino también de gusto estético, contribuyeron a ello. Es, por consiguiente, con las obras artísticas realizadas en dicha zona con las que deben buscarse los paralelismos, especialmente en la, fase de introducción del nuevo estilo.

Para entender su aparición y explicar su generalización hay que considerar la realidad socioeconómica de la Sevilla de la época. La ciudad era ya en el siglo XV una importante urbe, cabecera de una amplia región que tenía en su puerto y en el comercio a través del mismo una de sus principales fuentes de riqueza. El tráfico mercantil había favorecido el asentamiento en la ciudad de numerosos grupos de extranjeros, destacando entre ellos los genoveses, sin

duda la colonia más numerosa, rica e influyente de Sevilla. Una nueva etapa se inició para la ciudad tras el Descubrimiento de América y, sobre todo, con el establecimiento en 1503 de la Casa de la Contratación, el organismo encargado de controlar el comercio con las Indias. La pujante situación económica originada por tales hechos favorecerá las empresas artísticas y con ellas la implantación del estilo renacentista, que se convierte en un decisivo factor de modernización.

Por otra parte, resulta claro que el desarrollo del Renacimiento en Sevilla no se puede contemplar desde los amplios aunque estrechos limites geográficos que le eran propios. Si por un lado las tierras americanas hicieron posible la plasmación de proyectos e ideas que en la península no habían encontrado adecuado lugar, por otro se convirtieron en destino de buena parte de las creaciones artísticas sevillanas y en meta de muchos artistas, tanto locales como de otros puntos del país e incluso extranjeros. Pero no sólo desde la relación con América debe estudiarse la arquitectura sevillana del Renacimiento. También otros centros andaluces incidieron en su desarrollo. El traslado de artistas entre las principales ciudades de la región era habitual desde antes de comenzar el siglo y esta costumbre se mantuvo e incrementó durante el quinientos. Importante fue la relación con Granada, pero mayor fue la vinculación con Córdoba.

Lo anteriormente expuesto evidencia la riqueza y complejidad del fenómeno que seguidamente se estudiará y del que, aun teniéndose ya un esbozo bastante amplio, son muchas las ocasiones que precisan de investigación. Así pues, las páginas que siguen presentan el estado actual de los estudios sobre la arquitectura sevillana del Renacimiento, sin que alberguen pretensiones de exhaustividad o de ser tenidas por definitivas. Antes al contrario, quieren ser punto de partida para esos estudios parciales que aún se echan en falta.